En el sector bancario, ha aumentado la actividad en torno a las áreas relacionadas con los criterios ASG y la sostenibilidad, como se demostró en la COP26, en noviembre de 2021.

Los bancos están sometidos a una presión cada vez mayor en varios frentes: la reducción de la inversión en combustibles fósiles, el desarrollo de una cartera más ecológica, la creación y divulgación de informes y la creación de modelos de negocio para poner a prueba diversas situaciones de riesgo climático.

Los reguladores están cambiando de un enfoque voluntario y basado en estándares de informes como el de TCFD (Grupo de trabajo sobre divulgaciones de información financiera relacionadas con el clima) a un entorno obligatorio. En los próximos dos años, los bancos tendrán que explicar detalladamente cómo repercuten sus inversiones en el cambio climático.

También hay que tener en cuenta el delicado ámbito de la ética digital. Avanade define la ética digital como la aplicación sistemática de valores a la tecnología digital durante todo su ciclo de vida para asegurarse de que respeta a las personas, es socialmente responsable, tiene conciencia medioambiental y está bien regulada. Se trata de algo mucho más extenso que la mera supresión de los sesgos en los algoritmos. Incluso la gestión de riesgos y el cumplimiento de la normativa (algo que los bancos entienden bien) es solo una parte de la historia. La ética digital consiste en ir un paso más allá para hacer lo correcto, que a su vez sirve para reforzar la confianza de clientes y empleados.